¿Dónde deben hacer ejercicio las personas con cáncer?

Pedirle a las personas con cáncer que vuelvan al hospital a hacer ejercicio es síntoma de no conocer lo que han vivido allí

El hospital no es el lugar ideal para llevar a cabo los programas de ejercicio que les ayudarán a vivir mejor, salvo en las circunstancias en las que no haya más remedio

En nuestro trabajo, llevando a cabo programas de entrenamiento para personas que tienen o han tenido cáncer, nos relacionamos a diario con pacientes, familiares, gestores del deporte, gestores de asistencia sanitaria y con todo tipo de agentes sanitarios, entre ellos, como no, oncólogos.

Muchas de esas personas nos han planteado a lo largo de estos años una idea: «Debéis hacer vuestros programas de entrenamiento en los hospitales». Más allá del hecho legal o burocrático de si eso es posible, ya que los profesionales del ejercicio no somos agentes sanitarios (contenido de otra entrada, prometido) nuestra respuesta a esa idea se ha ido moldeando con el tiempo, conforme hemos acumulado conocimiento, experiencia y reflexiones.

Al principio, con muy poquita experiencia, sobre todo escuchando a las personas con cáncer, nos pareció una idea lógica y maravillosa; «hagámoslo». Lo intentamos, las trabas no fueron pocas en todos los sentidos. Solo el hecho de encontrar a la persona adecuada dentro del hospital y ser capaz de reunirse con ella ya es un mundo, y la cosa se pone mucho más seria cuando después hay que conseguir autorizaciones, firmas, documentos, etc. «¡Lo conseguimos!»…bueno, solo a medias.

Poco a poco empezamos a darnos cuenta de que el hospital no es un sitio agradable, para nadie, donde las posibilidades de hacer ejercicio son muy limitadas y, sobre todo, empezamos a percatarnos de algo muy obvio: el paciente no quiere estar allí.

Hoy en día lo tenemos muy claro. El hospital no es el sitio ideal para hacer ejercicio. Evidentemente se puede llevar a cabo si no hay más remedio, por ejemplo en situaciones de ingreso prolongado. Lo que no vamos a hacer, ni apoyar, es pedirle a las personas que tienen o han tenido cáncer que vuelvan al hospital dos veces a la semana a hacer un programa de ejercicio. Eso es pedirles que vuelvan dos veces a la semana al lugar donde le dieron la noticia de que el «el bicho» estaba en su cuerpo, el lugar donde le seccionaron una mama, le extrajeron un lóbulo de un pulmón o le cortaron un trozo de colon, por ejemplo. Eso es pedirles que vuelvan regularmente al lugar donde fueron a enchufarse quimio, donde se quedaron sin pelo, sin energía, a veces, sin apenas ganas de vivir, etc.

Las personas que tienen o han tenido cáncer no solo son pacientes con cáncer, su vida es mucho más. Por ello, NO, el hospital no es el lugar ideal para llevar a cabo los programas de ejercicio que les ayudarán a vivir mejor, salvo en las circunstancias en las que no haya más remedio. Las personas con cáncer deben entrenar como todas, en un lugar seguro y donde se asegure su adherencia al programa, en un gimnasio, en casa, en un parque… con la intervención, al menos durante un tiempo, de un entrenador especializado.

Por todo ello, si un profesional del ejercicio se empeña en pedir o exigir que nuestro trabajo se debe realizar en los hospitales porque es el lugar idóneo para ello, entendemos que su empeño vuelve a ser fruto de una evidente falta de experiencia, empatía o por interés personal; o quizás una mezcla de las tres. Trabajar en los hospitales no nos hace mejores profesionales y, sobre todo, no ayuda a la mayoría de personas que tienen o han tenido cáncer a vivir mejor.

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