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En la entrada de esta semana analizamos la relación que existe entre el ejercicio y el cáncer en una población más vulnerable, los niños. Siempre es adecuado recordar que al igual que en las demás cohortes, el cáncer es una enfermedad de enfermedades y que por tanto en ningún caso se podrá tratar de la misma forma un osteosarcoma o un carcinoma, y nunca deberemos generalizar
En esta ocasión nos asomaremos al estudio de Fiuza-Luces et al., 2017 (1) en el cuál se aplicó un programa de ejercicio físico intrahospitalario en niños con tumores sólidos.
Un dato muy interesante es que actualmente el 80% de los niños y adolescentes sobreviven al cáncer debido a los avances acaecidos en las últimas décadas (2). Sin embargo, ya sabemos que la calidad de vida, abundantes capacidades funcionales, así como los niveles de fuerza muscular merman tras el cáncer y su tratamiento
En este sentido, la pérdida de los niveles de fuerza muscular resulta de vital importancia ya que las últimas investigaciones relacionan estos niveles durante la infancia con un mejor estado de salud en la edad adulta (3). Por todo ello, queremos explicar la intervención realizada por Fiuza-Luces et al., 2017 (1) cuyo objetivo era comprobar mediante un estudio aleatorizado controlado (diseño experimental con gran potencial) el efecto de una intervención con ejercicio intrahospitalario en niños con tumores sólidos en los niveles de fuerza y calidad de vida.
Para ello seleccionaron dos grupos de niños que habían sido diagnosticados con tumores sólidos extracraneales y los dividieron en dos grupos. El grupo de ejercicio entrenó durante todo el periodo de aplicación de quimioterapia que fue aproximadamente de 19 semanas. Entrenaron 3 días a la semana con una duración de 60-70 minutos por sesión. El grupo control, por el contrario, tan solo siguió las sesiones de quimioterapia de la forma habitual.
El entrenamiento fue llevado a cabo por una persona especializada en entrenamiento con niños con cáncer. La sesión combinaba ejercicio aeróbico con ejercicios de tipo o modalidad neuromuscular. El ejercicio aeróbico se realizó en cicloergómetro, tapiz rodante, remo ergómetro y gracias a juegos lúdicos, y tuvo una duración de media hora. La intensidad del ejercicio aeróbico siempre debía suponer un esfuerzo que mantuviera las pulsaciones en torno a un 60-70% de la frecuencia cardíaca máxima calculada mediante un test de esfuerzo máximo.
En cuanto al entrenamiento de tipo neuromuscular, echamos en falta en el estudio, una explicación más detallada de los ejercicios que se realizaron. Tal y como comenta el artículo se realizaron ejercicios de:
- Press de hombro, pecho y pierna
- Ejercicios de remo
- Flexión y extensión de rodilla
- Abdominales, lumbares
- Abducción de hombro
Se realizaron de 2 a 3 series entre 8-15 repeticiones por ejercicio con un periodo de descanso de 1 a 2 minutos entre ejercicios y series.
Una vez conocido el entrenamiento que llevaron a cabo ¿Cómo midieron los niveles de fuerza y la calidad de vida? . Los niveles de fuerza se midieron mediante un protocolo validado (4) de 5 repeticiones máximas (RM) tanto en press de pierna, press de pecho y remo lateral. Este protocolo comienza con un “calentamiento” que sirve para calcular la intensidad a la que pueden realizar 5 RM. Se realizan 3 series al 50%, 70% y 90% del 5 RM estimado y se descansan 2 minutos antes de hacer las 4º serie al 100-105% del 5 RM.
Por otro lado, la calidad de vida fue testada gracias una versión validada del “The Pediatric Quality of Life Inventoryi (PedsQL) Cancer Module 3.0” que está especialmente diseñada para niños con cáncer.
Analizando los resultados encontramos que:
- Los niños que se sometieron a la intervención con ejercicio mejoraron la carga externa movilizada en el test de 5 RM en un 40% para el press de pierna, un 24% para el press de pecho y 25% para el remo lateral mientras que en el grupo control todos los niveles de RM bajaron (suponemos que debido a las consecuencias del cáncer y su tratamiento)
- La calidad de vida tiende a mejorar en el grupo de niños que realizaron la intervención con ejercicio.
En vista de lo anterior, concluimos que la intervención llevada a cabo en el estudio de Fiuza-Luces et al., 2017 (1) tuvo un resultado positivo en cuanto a ganancias de fuerza y mejora de calidad de vida se refiere. Se nos hace imperativo trasladar estos resultados a toda la sociedad y sobre todo constatando que los niños con tumores sólidos se puedan beneficiar de los resultados hallados en este estudio. Aunque, como siempre, estos datos deberán ser tratados con cautela debido a la complejidad de la enfermedad y a la especificidad que tienen el grupo de personas seleccionado.
Unai Adrián Perez de Arrilucea
Equipo IPEFC.
RERENCIAS
1. Fiuza-Luces C, Padilla JR, Soares-Miranda L, Santana-Sosa E, Quiroga JV, Santos-Lozano A, et al. Exercise intervention in pediatric patients with solid tumors: the physical activity in pediatric cancer trial. Medicine & Science in Sports & Exercise. 2017;49(2):223-30.
2. San Juan AF, Wolin K, Lucía A. Physical activity and pediatric cancer survivorship. Physical activity and cancer: Springer; 2010. p. 319-47.
3. Faigenbaum AD. Strength training for children and adolescents. Clinics in sports medicine. 2000;19(4):593-619.
4. Kraemer WJ, Ratamess N, Fry A, French D, Maud P, Foster C. Strength training: development and evaluation of methodology. 1995.